En su segunda intervención como residente, siempre al lado del conspicuo Martineau, Boesch se introduce en uno de los ciclos más pavorosos, profundos y desolados del Romanticismo, tantas veces cantado en este escenario: Winterreise, compuesto por veinticuatro lieder que expresan y contienen todo un mundo que se va. Una excursión desesperada, con episódicos fulgores, que habrá de desembocar en la muerte, en el «no yo» en el momento álgido en que se escucha la zanfoña del anciano mendigo. El barítono austriaco posee los medios vocales y, sobre todo, expresivos para meterse en la piel del viajero y para ponernos, de paso, el corazón en un puño.